Diario de Cuarentena: Crónicas de un no-viaje. Mes 1

Diario de Cuarentena: Crónicas de un no-viaje. Mes 1

(Barcelona)

Día 1

-Nos despertamos con dolor de cabeza y pensamos que era coronavirus. Lo descartamos cuando recordamos que nos bajamos un balde de chela la noche anterior.

-Hemos ido a 4 supermercados en busca de abastecimiento completo, es decir, confort para no quedarnos sin limpiarnos el culo.

– Coronavirus subestima mi capacidad innata de sobrevivir a base de libros, arroz, café y Sillicon Valley, y mi goce frente al nulo contacto humano.

– Me comí una olla de arroz con lentejas y casi vomito. Pensamos que mi mareo era coronavirus, pero luego nos dimos cuenta de que era simplemente el exceso de arroz crudo.

Día 2

– Me levanté con dolor de espalda. Puede ser coronavirus.
– Analizamos la cantidad de horas que dormimos. 12. Puede ser coronavirus.

– Día 2 + 50 minutos: un compañero de máster dio COVID-19 positivo. Es un buen momento  para hacer públicos mis deseos ante la aproximación inminente de la Parca.
Quisiera que mi lápida dijera una frase de Mario Bellatin:
«Viajera de los mundos, su corazón es muy grande para limitarse a este».
Luego un dibujo de la mina de los juegos del hambre despidiéndose y una grabación del silbido, y abajo:
«A sus 26 (una partida prematura), no pudo aprender a silbar durante sus años en la Tierra».


– Día 2 + 5 horas: me soné… y con el último papel confort que tenía.
Adiós mundo, me despido.

Día 3

– Estoy viva y funcional. Lo mío es pura paranoia crónica.

– Día 3 + 3 horas de vigilia: pero me duele el aire que pasa por mi garganta cuando respiro. No sé. No voy a decir qué puede ser.

Día 4

– Definitivamente mi garganta está irritada. Creo que este diario de cuarentena se transformará rápidamente en un diario de incubación. Mi último contacto con la humanidad fue hace 4 días y el período de incubación, en teoría, es de 5. Mañana debería explotar. Esperaré con paciencia la agonía.

– Día 4 + 50 min de vigilia: me he tomado la temperatura 3 veces.

– Día 4 + 5 horas: mi garganta no aguanta más. El corona se ha apoderado de mí, estoy segura. Tengo 35,9 grados de temperatura pero seguro que es porque los susuwataris siguen en las amígdalas, y son mi punto débil. Siempre fueron mi punto débil.He hecho gárgaras de sal en un intento de creer el mito de que los mata. No quiero decirle nada a El Argentino, porque me va a cuarentenar en mi propia casa. No, che, si caigo yo caís vos. Te pasa por boludo. Boludo es haber querido compartir piso con una débil de cuerpo y corazón, que no sabe ni imitar tu acento. Tomatelá.

– Día 4 + 7 horas: mi hipocondría me traicionó. Le conté de mis aquejas a El Argetino. Ahora el forro me trata como una infectada terminal. Me pasa la comida con miedo, se tapa la boca cuando viene a verme. WEÓN, eso no sirve, le digo en chileno. Me sugiere dormir en la otra habitación. Mi peor pesadilla. Necesito nanai, po. Me estoy poniendo ansiosa.

– Día 4 + 10 horas: Ya. Puede ser mi alergia al polen. Me pasa todos los años. O al menos eso le digo a El Argentino….
y vamos a dormir en la misma cama.

** reproducir la risa malvada de Yzma de Las Locuras del Emperador **

Día 5


Desde que El Argentino me amenazó con dormir en la otra pieza que me siento tiqui taca, lo que me hace pensar obsesivamente: ¿lo mío es hipocondría y además codependencia?
Hoy tengo sesión con mi psicoanalista por Skype (me lo ofreció por todo el tema del corona y yo, idiota, acepté). No sé si decirle que he desarrollado una psicosis hipocondríaca con rasgos de codependencia, porque hacerme ese diagnóstico es demasiado hipocondríaco. Sé que hay que contarle todo pero no sé, porque no sé si esta sensación es normal o no en períodos de pandemia. Algo así me pasa cuando la gente dice que soy anormal y yo encuentro que soy de lo más cuerda: dudo de mi propia narrativa.
Juan Pablo Villalobos, el escritor, estaría orgulloso de mí. Nos hizo una clase paranoica sobre los narradores paranoicos, y nos dijo que su narrador favorito paranoico era el no fiable. Bueno, soy una narradora no fiable de mi propia existencia, algo así como lo que hacía Bolaño en Estrella Distante.

Día 5 + 3 horas de vigilia: Odio hacer terapia, le digo a El Argentino. Él me responde que siempre que me toca la terapia me pongo así y después se me pasa. Pero siento que me enfrento a mis silencios todos los martes, como por obligación. Ella dice que me siento así porque no me gusta hablar de mí. No sé si es tan así, yo diría más bien hablar de mí en lo que está bajo la alfombra. Pero un poco sí, doc, un poco sí.
Además, tengo que hablar 45 minutos seguidos casi sin interrupción, porque esa es la clase de tortura a la que te someten los terapeutas freudeanos-lacanianos.
No sé si contarle que además de ansiosa soy hipocondríaca, le sigo diciendo a El Argentino, pero es el gran descubrimiento de esta semana para mí. Más que eso, solo puedo decirle que esto de la cuarentena se me hace un poco como un paraíso en la Tierra, sobre todo para alguien que le gusta leer y escribir todo el tiempo.
Ya, el resto del planeta se enteró hace años eso de que soy media hipocondríaca, pero hey, lo importante es cuando se da cuenta una. O eso diría mi psicoanalista…

Día 5 + 6 horas de vigilia: me queda una hora para el skype y El Argentino me mandó a ducharme porque andaba demasiado ansiosa. Estoy pensando en cancelarle a la doctora, si igual ya sabe que la odio.
Yo por mientras echo a El Argentino de la casa porque, obvio, no va a escuchar mis paranoias por Skype. Él está nervioso porque los pacos españoles le pueden sacar multa, pero ¿qué es más peligroso, Argentino, qué es más peligroso? Pensálo bien.

Día 5 + 8 horas: al Argentino lo paró un paco a los 5 minutos de salir y tuvo que estar 1 hora dentro de un supermercado paseando para hacer hora. Si eso no es amor, no sé qué es.
Sigo odiando a la psicoanalista y ella sigue sin saber que soy hipocondríaca.
No te fíes de mi narrativa, amiga, no te fíes. Quizás todo lo que hago es autoficción.

Día 6

Voy a partir como Piglia en Respiración Artificial porque es un comienzo magistral, sobre todo en días de Cuarentena en que su concepto de ‘no tengo nada que contar’ se hace cada vez más vigente.
¿Hay una historia? Si hay alguna historia hoy, no es mía.
Qué puedo decir. Encerrarme con El Argentino es divertido porque está loco.
Me dice que está trabado con la escritura y no sabe cómo seguir, entonces yo le digo que una forma mía de destrabarme es tomando un gran libro de un/a gran escritor/a y leer su prosa para inspirarme, a lo que me dice:
«Y, boluda, si sha estoy leshendo a Mariana Enríquez».
Y yo le digo que sí, bueno, pero que si no le ha inspirado que tome alguno de los libros que tenemos de Bolaño, o de Piglia, y que vea si hay algo gatillante, y me interrumpe:
«Vos me recomendás tomar solo autores muertos. No sé si te has dado cuenta, pero le tengo poco respeto a los muertos. Además, HEY, si eran tan inteligentes, ¿por qué se murieron? ¿Entendés lo que te digo?».

Este weón en serio me explota la cabeza. Ni se inmuta por las weás que dice.

Día 6 + 5 horas de vigilia: una amiguita chilena sube una historia a Instagram dándose un baño de tina. Mi sueño frustrado, ahora que solo tengo ducha. Le respondo a la historia: «¡Qué suerte, weona! Lo extraño tanto» y me dispongo a escribirle algo poético. *Escribiendo*:
‘Darme un baño de tina me estimula a pensar en la fugacidad de la existencia, en mis procesos escriturales, me relaja el cuerpo, me calma mis ansiedades, el agua me despierta cierta….’.
Paro en seco la inspiración cuando veo que me respondió:
‘Weona no wei, tú podi culiar».

Entonces borro mi poema cursi y disfruto de la contemplación de mis privilegios. Son las cosas simples, chiques: la pulsión sexual y tener alguien con quien compartirla….
Para todo lo demás, existe Mastercard.

Día 7

Esto de no caminar ni una weá me está matando y es el día en que El Argentino tiene hora al psicoanalista por Skype, así que me autoexilio de mi casa. No por que no sea sapa, quiero dejarlo claro desde un principio. Más que nada por una sensación de tener que ser recíproca.
Con un carrito de compras, como pa hacer la pará de que voy al supermercado, y mis anteojos de Lolita, me dispongo a pasear por las desérticas calles de Barcelona.

La gente anda media paranoica, no soy solo yo. Todos con mascarilla, porque la gente aún no se entera del todo que son inservibles, caminan apurados y mirando de reojo a ver si así le pillan a alguno una tos delatora que los obligue a correr a casa.
TODOS los supermercados alrededor de mi casa (tengo como 5 que me rodean, CINCO) están con la mansa cola pa entrar. El Argentino me había advertido que era la única forma de caminar libremente en la intemperie, pero no es opción ahora, así que me decido, estúpidamente, pasear por las avenidas cerca del mar, que son las que me dijo que estaban taladradas por los pacos españoles.
Pero nada, yo me sentía invencible con mi carrito. Me parecía una armadura decente como para ir caminando calle por calle con mis auriculares, escuchando las penas del derrumbamiento del sueño americano en el último disco de Lana del Rey, más encima con anteojos de Lolita. Nada podría detenerme.
Excepto el sol que pega en Barcelona hoy. Hace tiempo que no sale así el sol y yo, suertuda, tengo excusas perfectas para quedarme al aire libre. Entonces, pelotuda, decido ir a la Tabaquería (eso sí que no cierra ni en cuarentena), prenderme un pucho y sentarme en una banca frente a la plaza a tomarme una coca, también adquirida en la bella tabaquería sin cola.
Me relajo cual Pedra por su casa, creyéndome Lana del Rey en la distopía del fin del mundo, con mi puchito en una mano, la coca en la otra, y mi carrito vacío en frente como armadura. Puta que soy weona, pienso ahora, pero en ese minuto, después de 7 días de cuarentena, me parecía que estaba en todo mi derecho. Y ocurre lo que tiene que pasar….

Día 7, 1 hora después: Llego 3 minutos antes de cumplir la hora de sesión psicoanalítica de El Argentino, esperando de corazón no interrumpir una conversación profunda, porque me cago recibir otra putiá. Pero no. Está sentado en el sillón leyendo. Yo llego con mi carrito y con el maquillaje todo corrido (porque sí, me maquillé pa salir).
¿Qué pasa? me pregunta preocupado.
Yo le digo que lo que tenía que pasar: me pararon los pacos españoles putiándome que por qué era tan ‘gilipollas’, y me preguntaron si quería la multa de 500 o de 5.000 euros.

¿Y qué hiciste? me pregunta El Argentino

Llorar como ahora, po weón, llorar como ahora. Qué más voy a hacer. Llorar por weona.
No salgo nunca más a la calle culiá a hacerme la linda.

PD: no intente hacer esto en (fuera de) su casa. No es correcto, es estúpido.

Día 8

No he hecho mucho más que bajarme el LOL y mejorar pequeñas conductas de la cotidianidad.

‘Amor, ¿te has fijado que ahora dejo el Sensodyne con la tapa puesta después de lavarme los dientes?’

‘si, si, si’ me dice, y yo le digo que es mentiroso, y me dice: ‘no, no, pero es que darme cuenta de eso habla mal de vos, imagináte sho contando siii, todo bien con Paloma. Ahora le pone la tapa a la pasta dental’.

Pero hay que aprovechar la vacuidad de los días para ser un poco mejor persona, creo yo.

Y para matar a los champions con Vayne la mejor ADC por 100pre.

Día 9

No puedo dejar de jugar LOL.

Llegó a tal extremo que El Argentino se llegó a preocupar. Antes de acostarse, y después de unas chelas jugando cada uno por su lado en ADC -yo una novata, él diamante 1 (sejuraelpico)-, se tomó su clonazepam para dormir y me dice, medio aturdido:

– Che, sos una piba re talentosa.

Yo, en mi modus vicio de LOL, pensé de una que se refería a mi talento para el juego y yo como omg gracias pero no.

– Sos una piba re talentosa para la literatura, Paloma. Posta no desperdicies un día entero como hoy jugando LOL.

Pero yo no escuché el piropo en esa oración. No. En cambio, fruncí el ceño y me pregunté cómo chucha me bajaba ÉL League Of Legends en mi computador pa después decirme que ‘le preocupa mi salud mental’.

Mejor pásate un clonazepam, QUE SOY YO LA QUE LO NECESITA DESPUÉS DE UN DÍA DE TANTA ADRENALINA

Día 10

Me prohibieron jugar LOL para poder escribir mi cuento de ciencia ficción, que tengo que mandar para un ramo sobre nuevas formas y nuevos ámbitos literarios.

Encuentro que la estoy rompiendo. Pensé que sería imposible, pero siento que puedo hacer el manso libro de ficción especulativa, quizá para Wattpad…

Si no fuera porque estoy pensando en Vayne y cómo matar a BlackM0on 077, la champion que me mató mil veces en la última partida de League of Legends. A esa perra la voy a asesinar cuando El Argetino me deje jugar de nuevo.

En otras noticias, hoy nos tomamos la temperatura 3 veces cada uno, porque ayer salimos a comprar pan y nos dio lo que yo ya denominé como psicosis hipocondríaca con rasgos de codependencia.

El Argentino rondó entre los 34,9 y los 35,6 grados.

Yo me mantuve intacta en los 36,5 En el fondo, tamos bien los 33, mami.

Día 11

El Argetino está tan loco que invitó a un weón a nuestra casa en cuarentena.

Un vecino argentino tenía que ser.

Por un audio de whatsapp, escucho que el tipo le pregunta que cómo iba el encierro, que él estaba ‘pycho kill’ y que necesitaba salir.

Este Argentino weón le manda de vuelta otro audio:

‘Che, de última pegáte una vuelta por acá, nos tomamos una birra, no sé, fijáte’, y en el minuto en que lo dice, me mira como preguntándome POR. QUÉ.

Inmediatamente la quiere arreglar diciéndole ‘Obvio, si no te incomoda, o sea, acá no estamos infectados, pero qué se sho’.

Nuestro vecino le responde a los 10 minutos con otro audio: ‘Daaale, de una. Sho estuve medio enfermo a principios de mes, seguramente fue todo esto, qué sé sho, estoy inmunizado’.

Termina el audio y El Argentino mira el techo con las pepas bien abiertas, y con la psicosis hipocondríaca a flor de piel, se le sale un hipo.

Día 12

Le pregunté al Argentino por qué tenía tanta dificultad para hacerse amigxs, a lo que me responde:

‘Soy como una cebosha de cuatro capas, Paloma’…

Acá yo ya sé que se viene un delirio:

‘En mi primera capa está mi faceta ultra-introvertida, donde a penas hablo, y si lo hago, es para hacer un comentario medio amargado. Me cuesta eso de hacer sonrisas falsas y la hipocresía, y a la gente eso le molesta.

Pero si a la persona no le shega a molestar eso, pasa a conocer mi segunda capa, en la que se dan cuenta que a pesar de lo introvertido soy un buen conversador y doy buenos consejos.

Luego conocen mi tercera capa, que es donde se espanta la mashoría, la de que creo que todos los humanos son una mierda y tienen un lado muy oscuro. En esta etapa, en general, se van casi todos y no vuelven más, pero los que se quedan, entienden que sho lo normalizo y pienso que es algo con lo que debemos convivir todos.

Y esas personas que se quedan pasan a la cuarta capa, donde ven que soy un tipo sensible, cariñoso, que siempre está para la gente que quiere… ¿entendés lo que te digo?’

Yo solo lo observo media atónita, porque un poco sé que es cierto pero LA OSADÍA DE DECIRLO, DIOS!! Sin pelos en la lengua. Y pienso, bueno, será algo que me contará a mí en la intimidad, pero luego suelta:

‘Si conoces a alguien, cuenta esto mismo que te dije, por favor’

Y ahí yo me cago de la risa porque NO PUEDE SER, y le tiro:

‘WEÓN, te jurai el pico’.

Él más o menos entiende este concepto chileno, pero no del todo. Y con toda normalidad y aceptación (chiques, estos son los resultados de años de psicoanálisis), me responde:

‘Sí, es verdad. Tengo el pico bien jurado’.

Día 13

Hoy fue un día de lluvia perfecto para jugar LOL con mis hermanos.

Dispuesta a demostrarles las habilidades que había adquirido en 3 días con Miss Fortune, les pedí que se bajaran League of Legends EUW (Europa) e hice un grupo de WhatsApp entre yo, El Argentino, la Flo, el Guille y el Benja, quien no pudo unirse al final porque «tenía reunión» (BlablablaPiñeraQloBlablabla).

Estábamos a punto de partir. Yo y El Argentino sentados de frente, con nuestros auriculares y miradas cómplices. Nos tomamos esta tarea en serio. Ignoramos el bullying de mis hermanos al otro lado del micrófono. Se burlan antes de tiempo, pienso. Mis skills con el mouse no son tan precarias y ya les iba a mostrar, ya les iba a mostrar.

3…2…1….

PAF. Suena el citófono. Por un segundo pensé que era el viejo culiao de abajo, que nos huevea si es que hacemos ruido con el computador…..

‘ES MI NUEVO MOUSE, PALOMA, ES MI NUEVO MOUSE’ grita desesperado El Argentino.

‘¡¿Pediste un mouse en plena cuarentena?! PERO YA VAMOS A EMPEZAR’ le grito. Él balbucea algo sobre Amazon y el capitalismo, y corre a buscarlo al portón de abajo del edificio, porque por medidas de precaución no se puede llegar hasta el piso.

Me empiezan a transpirar las manos. Va a empezar el juego, y sin El Argentino, en realidad, sé que soy una mierda, porque él me hace de support para que no me maten y es nivel Diamante 1.

Le ruego a mis hermanos que esperen, que El Argentino tuvo que correr, y de repente suena su celular.

‘Hola, ¿hablo con El Argentino?’ (en realidad dijo su nombre completo, pero en este diario ya tiene nombre propio).

‘Sí’ dije, como si eso fuera posible, y el tipo dice que se ha equivocado de dirección y está al otro lado de Barcelona.

Empiezo a tiritar porque ya no solo no está él, sino que además tengo que ir a buscarlo yo y le fallaré a mi equipo, A MIS PROPIOS HERMANOS, en esta batalla feroz contra nuestros enemigos.

¿Lo llamo por teléfono? No. Lo tengo yo. Debo bajar por el ascensor. NO. Eso es arriesgar demasiado la batalla. Soy ADC, tengo que carriar. Además, ni siquiera sé dónde están mis llaves, las perdí hace tiempo.

Decido gritar por el balcón y pasarme por la raja al vecino.

‘ARGENTINOOOO’ (en realidad grité su nombre, pero para objetos de este diario…blablabla… ya lo saben).

No contesta.

Se me ocurre la brillante idea de tomar el citófono.

‘Argentino?’ digo.

‘QUÉ PASA’ responde él, y noto que está igual de desesperado que yo.

‘SUBE A H O R A. El weón se equivocó de dirección’

‘La puta madre!!’ dice, y cuelgo.

Ya instalados en nuestros puestos, me dice casi llorando que bajó en pantuflas, se mojó con toda la lluvia y que por su pinta la gente lo miraba y pasaba rápido, como pensando que era algo así como un infectado terminal.

La partida contra los bots salió bien. Me mataron como 5 veces. Se rieron de mí, pero no importa. Soy una valiente en la guerra, porque dejo todo en la cancha

Día 14

Oigan, llevo 2 semanas encerrada y esta es la primera vez que hay una mala vibra corriendo por la casa. Son cosas fortuitas que se han juntado, por mera casualidad: mi síndrome premenstrual y que a El Argentino se le perdió su encendedor favorito.

El problema es que -SEGÚN ÉL- yo se lo perdí.

Entonces, sí. Fue como un día de cuarentena especial, porque yo andaba ultra sensible y El Argentino buscó su encendedor de dragón por toda la casa. La dio vuelta. Y no estaba.

Y yo tipo “Hey, ¿en serio piensas que fui yo?”, así, ultra ofendida y sensible, pero con culpa cristiana.

“Y quién más va a ser, si sho lo cuido, boluda. El otro día te lo vi en la mano y pensé NO, DIOS, ME LO VA A PERDER, y me bajó todo el TOC, pero luego pensé noooo, qué obsesivo que estoy siendo, y esta es la consecuencia, Paloma, ESTA ES LA CONSECUENCIA”.

El Argentino hace unos meses decidió coleccionar encendedores bonitos. No sé qué le bajó. No tienen nada de especial, valen como 1 euro cada uno.

Ese de dragón ni me acuerdo cómo es, como no me fijo y solo me importa prender el pucho, nunca siquiera vi qué encendedor estaba usando. Los saco del estante de colección y los uso.

En fin. Ayudé un rato a buscar pero no lo encontramos nunca. Igual por si acaso -porque igual soy experta en perder cosas- arriesgué mi vida para ir a comprar una leche y aproveché de regalarle a él unos M&M amarillos, sus dulces favoritos, y ya está. Sana sana potito de rana. Nos pusimos a ver animé juntos, cual día normal de cuarentena, hasta que se quedó dormido, cual día normal de cuarentena, a las 19.30, cual día normal de cuarentena.

Darle M&M es como darle amnesia

Yo iba a dormirme ahora, a las 20:30, cual día normal de Cuarentena…

Pero me han ofrecido jugar LOL.

Sin El Argentino, será una batalla difícil. Pero puedo demostrar que no soy solo una cara bonita de Jinx escudándome detrás de un Diamante 1. No. Soy un diamante en bruto….

Nivel hierro aún, pero por eso en bruto.

Y como venganza, voy a usar el mouse contaminado de El Argentino y nada podrá detenerme.

*risa casimalvada de Phoebe*

Día 15

Hay más de 70.000 infectados en España, chiques. Con eso les digo todo. Yo y El Argentino intentamos salir lo menos posible. Le dije a la viejita de abajo nuestro que no saliera ella, que yo le hacía las compras, pero todes estamos un poco iguales: dispuestos a arriesgar nuestra vida, y puro queremos salir a comprar para tomar un poco de aire y estirar las patas. Pero ella tiene más de 80 y un problema al corazón. Dice que no habla con nadie, pero me la he topado dos veces para ir a comprar y me mete conversa y me toca los brazos.

No, yo no estoy infectada, y a mí no me importa que me toque, a lo que voy es que para ella es peligroso (para mí, en realidad, no), pero se ve en eso una necesidad tan humana como tener a alguien con quien desahogarse. Ella es máxima. Pongámosle La Abuelita de Abajo, porque me dijo su nombre pero era catalán y no lo pude retener. Y seguirá apareciendo en este diario. Pasa que pienso en ella, en que si no se cuida la lengua puede pasar algo. Y entonces me viene una cosa.

En fin.

Me toca pensar qué hice hoy como para publicar en el diario. ‘Hey, ¿qué hicimos hoy día, Argentino?’ pregunto, ‘es que no sé qué escribir en el diario, porque en realidad creo no hicimos mucho’.

Me pasé la mitad del día editando un libro de literatura porno (no, chiques, no hay mucho que decir al respecto, solo que me pagaron por leerlo, que más que el contenido pornográfico, eso es lo que me causa mucho placer), y la otra mitad carriando en ADC en LOL.

‘¿Te acordás que te dije algo a mediodía y te advertí que lo anotaras porque se te iba a olvidar? ’ me responde El Argentino.

‘Sí’, digo yo. ’Se me olvidó anotarlo’.

‘Hay solo UNA OPORTUNIDAD con El Argentino, Paloma, solo UNA’ .

Y Sí. Con su nombre de personaje, porque ya está tan inmerso en esto como yo.

Hoy, día 15 de encierro, escribo sobre no saber qué escribir. En algún punto tenía que pasar.

Día 16

El síndrome premenstrual se intensifica y El Argentino amaneció chistosito, lo que es peor, porque sus bromas me las tomo como el pico. No me soporto. REALMENTE no me soporto. A veces este hombre se merece un premio.

Son las diez de la mañana y llevamos dos horas en el paraíso: yo leyendo Elizabeth Strout -o más bien estudiando cada movimiento, porque anoto, le pego post-its al libro y avanzo a ritmo de abuela- y él escribiendo un montón en el computador.

Últimamente nos acostamos a las 20.30 y nos despertamos a las 6 o 7. Nunca pensé que el horario de abuelita me haría sentir tan yo.

El Argentino cuando escribe o lee (o ve tele, o cocina, en realidad, todo el tiempo) se come las uñas. Se ve tierno y me gusta, pero me da nervio cómo suena cuando se las logra arrancar, y me dan penita sus manos, entonces lo interrumpo para decirle que pare. Él, que tiene infinita paciencia y más cuando estoy llorona e insoportable, ni se molesta porque le paro la inspiración.

O quizás sí y no me lo dice, porque acaba de ponerse los auriculares.

Puta, Argentino… solo me queda culpar a las hormonas, pero en parte soy esto: insoportable, mirona, un poco gritona, rayadora profesional de buenos libros. Después te los recomiendo, pero a nadie le gusta leer un libro con anotaciones al margen y subrayados rosado fosforescente. Entiendo que te niegues.

El libro de Strout, Olive Kitteridge, de la nada, me parece un libro profundamente humano y deprimente, entonces leerlo a estas alturas del mes se hace insufrible. Debería dejar de leerlo, lo sé, pero no puedo parar. Es muy triste.

Bueno, realidad no pasa mucho en el libro. Se trata de un montón de viejos viviendo en un pueblo enano en Inglaterra, pero como que logra proyectar esa desesperanza, o la búsqueda del amor donde no hay nada.

«Por su cambio de expresión, Harmon supo que lo que temía la muchacha era aquello, estar sin amor. ¿Quién no temía eso?».

Piénsenlo. Ese pasaje que acabo de leer es aterrador. Pero la mina sabe de psicología humana.

El Argentino me mira de vez en cuando, porque cacha que ando en la depre. De repente se acerca a darme un abrazo y molestarme. Me tira un chiste que no me parece chistoso, entonces me siento como el pico, porque ese es el loop eterno del SPM: ser un embole, hacerte consciente de ello, volverte a sentir un embole y deprimirte más por eso mientras vuelves a hacerte consciente… porque nada puedes hacer respecto a un proceso químico y biológico.

Lo que sí, me hace ser agradecida.

Hace tres meses vivía sola en Barcelona en un estudio de 2×2. Era lindo, pero solitario y oscuro. Fui lo suficientemente cagada de la cabeza como para aceptar la propuesta de El Argentino de irme a pasar el resto del año con él y buscarnos un piso rico en Poblenou.

Todes me dijeron que estaba loca, pero cachense esta po, weón: ¿alguien vio venir el encierro? Dicen que va a durar hasta julio.

Suelo hacer el ejercicio de imaginar la versión doppleganger de Paloma del pasado, habiendo decidido por lo cuerdo y quedándose en ese estudio pasando el corona sola, los síndromes premenstruales sola.

La vida sí es un juego, chiques. Es un juego de apuestas. Solo que a veces son medio serias. Yo realmente agradezco que la Paloma del pasado haya sido lo suficientemente loca como para decir que sí a esto. O quizá fue solo intuitiva.

La Paloma loca del pasado con El Argentino loco del pasado decidieron, en diciembre, sacar un montón de pasajes a distintos lugares para viajar en el invierno, por ejemplo. Resulta que por suerte fueron en enero y febrero, porque de marzo hasta no sé cuándo no habrían podido viajar. El efecto mariposa y esas cadenas de consecuencias. O intuición y emoción para tomar decisiones. O ninguna de las anteriores porque son paranoicas: no existe tal cosa como causas y efectos o un orden cronológico de hechos que te lleven a cierto lugar. No sé. No sé la respuesta porque la vida es absurda. Solo creo firmemente que no hay que pensar tanto con la cabeza fría.

Voy a tener que dejar de escribir un rato sobre esta cuarentena y ponerme a escribir cosas de verdad. Les dejo una foto de por qué El Argentino me considera una ‘perkin culiá’ (aprendió esa palabra no sé de dónde pero la entendió y la encuentra una maravilla. También encuentra que todo queda mejor con ‘qlo/a’ al final. Es una esponja del chileno)

Día 17

El Argentino quería cocinar -es el cocinero oficial, yo cocino como una vez al mes- unos huevos estrellados, ultra españoles, pero le faltaba aceite de oliva, así que me mandó a comprar.

Pido el ascensor al sexto piso, pero pasa delante mis ojos y no para, entonces decido ir por las escaleras. Llego al quinto piso y ahí está: La Abuelita de Abajo.

‘¿Cómo está?’ le pregunto, y miro su carrito de supermercado. ‘Recuerde que cuando quiera voy yo por usted a comprar’ le repito, ‘6-4, acuérdese, soy del 6-4’.

‘Sí, sí, sí’ me dice, entonces cacho que no le interesa y estoy dispuesta a seguir mi camino. Bajo un par de peldaños y escucho que me habla por atrás:

‘Oiga, ¡pero está a punto de llegar el ascensor!’.

La vieja, en el fondo, quería meterme conversa de nuevo. Ya entiendo que mi forma de ayudar es poner una oreja, así que decido esperar junto a ella a que llegue el ascensor (que no estaba ni cerca de llegar, como decía ella).

La Abuelita de Abajo fue, hasta hace poco, enfermera. Solía hacer turnos de más de 12 horas, decía, y que tenía compañeras argentinas y chilenas que la acompañaban a carretear después. Ya habíamos llegado a la calle y debíamos separarnos, yo a botar la basura a la izquierda y pasar un mini mercado al lado que me daría rápido el aceite de oliva; ella, a hacer las compras grandes en el supermercado de la derecha, que para entrar te hace hacer cola. Pero no me dejaba moverme, porque tenía una historia tras otra que contar. A veces se mezclaban las historias y se iba por las ramas. Nunca llegaba al punto y muchas cosas no las entendía, lo que me obligaba a sonreír cuando ella lo hacía, como diciéndole ‘sí, Abuelita, le sigo perfecto la pista’. Pero, en todo caso, las cosas que entendí eran interesantes. A mi me bajaba la ansiedá igual, porque precisamente hoy había decidido bajar sin el celular, entonces sabía que El Argentino debía de estar preocupado. Ya llevaba una media hora solo hablando con la Abuelita. ¿Se estará preguntando cómo un aceite de oliva me tardaba tanto tiempo?

La Abuelita de Abajo tuvo hepatitis, y por esa razón, no quiso tener hijos, aunque se muriese por ello. Decía que sería injusto que le naciera uno con la enfermedad. Por suerte, era la menor de siete hermanos y se entretenía con sus sobrinos. Su favorita murió joven. Eso había sido un golpe duro.

Cada cierto rato me decía que las generaciones de ahora no eran como antes, que los vecinos de antes no eran como ahora.

‘Antes si alguien se caía, te levantaban entre todos’ repetía, y luego se volcaba a hablar de sus pacientes. Decía que desde el pasillo se notaba si un familiar de visita tenía interés verdadero por sus seres queridos, o si venían por la herencia (trabajó con abuelitos mucho tiempo, y con niños en otras ocasiones).

‘Si hay algo que uno aprende como enfermera, es a leer a la gente’ me dijo. Eso me marcó.

Después de unos 40 minutos (ya me dolía la cara de tanto sonreír, pero sentía que tenía que hacerlo para que cachara que yo entendía algo) dijo algo como «ya, te voy a dejar al menos ir a botar la basura» y me liberó el camino.

Yo además andaba con la media ansiedá de que los pacos españoles volvieran a pararme diciéndome ‘oiga, señorita, ¿de nuevo hueviando en la calle?’. Yo estaba preparada para decirle que poner la oreja para alguien encerrada sola seguía siendo algo de primera necesidad, como ir a comprar.

Cuando volví, El Argentino me dijo que me había llamado varias veces, hasta que encontró mi teléfono en la casa. Le conté lo que había pasado y se quedó tranquilo.

Me tenía lista unas chelas heladas y nos pusimos a conversar sobre la Abuelita y después a pelar a gente, que igual es uno de nuestros panoramas favoritos de cuarentena. Se los recomiendo.

‘Hace bien hablar sobre la desgracia ajena’ me dijo alguna vez mientras íbamos a la facultad, cuando éramos seres joviales y libres que salían a la calle.

Es muy cierto, Argentino, es muy cierto. Te hace sentir como que una, en realidad, no está tan mal como otrxs.

Es horrible decirlo en voz alta, pero no vengan con mierdas. Es un sentimiento humano, eso de sentirse mejor pensando que tu compañero, vecino, conocido, lo está haciendo peor que tú. O al menos te hace sentir acompañado, tipo: ‘sí, bueno, yo estoy encerrada en Europa cuando debería aprovechar mi año fuera para estar viajando y gastando mi beca. HEY, pero Pepito Pérez se va a casar por la Iglesia’. Y luego sientes que vuelves a respirar y piensas ‘sí, bueno, no estoy haciendo las cosas tan mal’.

Los huevos estrellados quedaron brígidos.

PD: alegones. Ayer se me olvidó postear y sentí un peso sobre mis hombros.

Día 18

Este me toca escribirlo a mí porque Paloma está padeciendo lo que yo llamo “El síndrome George R.R Martin”: debido a la cantidad de fans reclamándole que continúe su obra, la escritura ha quedado paralizada, y por su parte, la autora se analiza con un grupo de profesionales de la salud sobre las sensaciones contradictorias amor-odio que le generó el público al que se debe.

Ayer la idea para combatir el desgaste mental del encierro fue amasar pizza, así que encaramos para el súper que tenemos en frente (aunque yo ya sabía que en ese súper no iban a tener levadura).

Cuando salimos del ascensor nos cruzamos con la viejita de abajo, la mejor amiga de Paloma.

La mina venía súper abrigada y con el pelo medio arreglado. “Bien por ella”, pensé. Se cuida la salud y no se deja estar. Se lo debe haber hecho ella, porque las peluquerías están cerradas y, según le contó a Paloma, que me contó a mí, no la viene a visitar ni el loro.

La cosa es que la saludamos: “hola hola, bien bien…” y ahí debería venir la parte del “chau, chau”, pero no…

Se pusieron a hablar de no sé cuántas cosas, porque lo único que recuerdo es que la vieja tosió un par de veces y después comentó “que estaba enferma”.

Ok, tienen razón, no puedo ser tan hijo de puta de pensar lo peor, pero lo que sí me rompió mucho los huevos fue cuando se sacó la mascarilla para hablar más cómoda, porque ya hacía diez minutos que estábamos ahí parados (yo a más de un metro de distancia), Y CON LA MANO, LO EMPIEZA A HACER GIRAR TIPO VENTILADOR EN MI DIRECCIÓN.

A todo esto yo ya tenía una cara de culo grande como una casa, y Paloma seguía divina, con toda la ropa tosida por la vieja, pero en su salsa.

Cuando ya mi mal humor era insostenible, una de las dos comienza a despedirse, porque la gente grande es así: no le alcanza con decir chau, se van yendo de a poco. Gente grande = Paloma. Porque el miedo de la pobre vieja a no saber cuándo va a volver a hablar con alguien te lo entiendo, y fue lo que me mantuvo ahí sonriendo, pero decime vos, ¿qué necesidad tenía Paloma de hacerme sufrir así?

Al carajo con la vieja. Efectivamente en el súper este no había levadura. Me pongo como un pendejo de cuatro años. Le digo “¡Sabía, sabía!», encima me estoy cagando de frío porque salí en remera y hace media hora que estamos dando vueltas.

Yo solo quería pasar la tarde amasando pizza. A lo que Paloma me responde:

“Oye, manejas muy mal la frustración ¿sabías?”.

Quería llorar, bldo, te juro.

Igual me cobré venganza cuando nos pusimos a amasar la pizza y a ella la dejé jugando con la harina que sobró.

Igual que a los nenes: ¿Cómo te quedó tu mini pizzita?

*PD de Paloma: espero que hayan leído esta entrada con acento argentino. Si no, los mando a leerlo de vuelta



Día 19

Solo haré un breve comentario del takeover de El Argentino ayer:

No alcanzó siquiera a rozar la verdad de lo que fue su pataleta en el supermercado porque no había levadura. Fue tanto que le dije fuerte: YA, CÓRTALA O TE VAY PA LA CASA… y ahí como que se calmó un poco, pero andaba con la psicosis hipocondríaca con rasgos de codependencia a la vena. Esta vez efectivamente lo hizo brotar la Abuelita de Abajo, que posta se sacó la mascarilla y hacía los gestos de las manos con la weá como sacudiendo los microbios para todos lados. (PD me encanta la palabra argentina «posta» y ya la agregué al vocabulario. Sí, el ‘flipar’ español también, porque es una maravilla de palabra). Yo estaba muy calma con la vieja porque pensaba YA, si me contagio se me pasará, pero El Argentino piensa que nos vamos a morir en esta apocalipsis.

Por otro lado, aplaudo eso de no mencionar mi SPM. Es una proeza del feminismo esa. Solo YO y mis compañerAs pueden quejarse de la sensibilidá, el hombre se queda piolita. Si estoy sensible es porque soy así, no por mis hormonas. Ok.

El Argentino, como ya saben, tiene un nivel de TOC bastante elevado, entonces hoy decidió volver a hacer pizza, porque quiere perfeccionar su técnica. No me quejo. Que no se queje él de mis caderas sazonadas y estamos bien los 33.

Hoy nos toca a los dos sesión con el psicoanalista. Él a las 11 yo a las 3. Deja haciendo la masa media hora antes de su hora.

‘Amor, voy a cancelar la sesión’ aviso yo antes de salir del departamento a dar vueltas por el supermercado (no tropiezo dos veces con la misma piedra. Hoy voy a webiar en el Mercadona hasta que sean las 12).

‘¿Esta será la rutina de los martes?’ me pregunta, porque es lo que digo cada vez que me toca, ya saben.

Salgo al supermercado cuando es su hora y me pongo a comprar cualquier huevada. Me compro unos palitos de madera, un delineador de ojos y una crema pal cuello… crema pal cuello po weón, ¿qué necesidad? Y yo caigo redondo. Debe ser lo mismo que la weá pa la cara. Es como esa crema pal culo que venden por Aliexpress. Filo.

Cuando quedaban 5 minutos para las 12, veo mi celular y cacho que El Argentino me escribió:

‘Paloma, adelantaron o atrasaron la hora en Argentina, no entiendo bien, pero mi hora es ahora, así que shegá y bueh, te encerrás con audífonos o algo’.

DILEMA ÉTICO.

¿Escuchar las conversaciones más íntimas que alguien puede tener o ser una buena novia?

No sé, no sé… no sé si me interesa tener el título de buena novia… AH, pero ¿seguir mi instinto de cawinera? Lucy, mi amigo, me llama.

Llego despacito al departamento tipo 12:20. Saco las cosas del carrito con calma y se escucha la risa del Argentino.

‘AJAJAJAJAJA, sí, boludo, sí, tenés razón’.

Y yo pensando como… loco, ¿de verdad este huevón se ríe con su psicoanalista? Yo lo único que hago es moquear y llorar. Cuando iba a la consulta física, la mina ya me había comprado pañuelos pa mí sola, y lo sé porque me dejaba llevármelos a la casa después.

Paro la oreja y escucho que andan hablando de futbol… del coronavirus…

Posta, ¿qué es esta mierda?

Desilusionada, me encierro en la pieza y pienso en mi sesión de psicoanálisis: me veo llorando en el comedor de este departamento porque no me entiendo a mí misma y me siento un ser contradictorio y paradigmático, y ella toda solemne y distante diciéndome tipo: ‘eso de que El Argentino te robó un pedazo de pizza ayer y te enojaste, Paloma, ¿no lo relacionarás, quizá, con este trauma que me has contado de tu infancia, o quizá, esta pesadilla que has tenido el otro día que….’.

Escucho desde mi encierro que El Argentino se ríe de nuevo… qué chucha, no vale la pena escuchar su mierda.

Termina la sesión y va a la pieza.

‘¿Qué hacés, amor?’ me pregunta.

‘Nada, me encierro para que tengas tu sesión’ digo yo, simulando ser ALTA NOVIA, como diría él.

‘Mirá, sha está lista la masa’ me responde.

‘¿Ahora voy a poder hacerla contigo?’ le pregunto.

Pero él ya me tenía una masita de mierda apartada.

Igual lo siento como justicia poética.

Día 20

Escuchamos un video maravilloso de la canción final de Bulma en Dragon Ball (Fan-tasiá, ven a mí, con-quistar-te quiero yo, JUVENTUUUUD! un misterio vas a descubrir). Les voy a adjuntar la canción porque es una maravilla cursi.

La cosa es que los argentinos están locos e hicieron una versión de la canción Covid-19 y y nos pusimos a cantarla por toda la casa.

Hasta que se me acaba la pila porque me duelen los ovarios.

El Argentino se da cuenta porque me pongo en posición feto y cierro los ojos, entonces hace una nueva versión de la canción:

‘Mens-truación, ven aquí, cuántos días shevamos sufriendo los dooooooos, por favor shegá a Paloma, por favooooor’ .

Yo aún en mi posición feto no puedo evitar reírme porque CTM que ha sido sufrida la weá. Cuántos de estos diarios de cuarentena empezando con las penas del síndrome premenstrual. Lleva como 8 días avisando y no pasa ná.

Pero su canto fue como un rito a los dioses…. un llamado al cielo… a la Iglesia de Goku.

Para calmarme los dolores -en realidad, seamos sinceros, fue porque es obsesivo-, El Argentino se dispone a hacer otra pizza. La tercera consecutiva. Ok. No me quejo. Necesito masa, grasa, carbohidrato como inyección a la vena.

Hace un bollo de pizza y lo deja elevando.

‘Cuando nos dé hambre, tipo merienda, la amaso y la comemos’ me dice. Efectivamente, a eso de las 5:30 de la tarde, nos comimos una pizza que salió MUY bien, pero por supuesto, él no estaba conforme.

Una hora y media después, nada de weás, le digo:

‘Hey, necesito comer algo chancho’.

Me mira con complicidad.

‘No sos solo vos y tu ciclo’ me responde. ‘Sho también’.

Y entonces se para y veo que agarra el paquete de harina y un bol… tiene que ser una broma.

‘Paloma, vos no me vas a juzgar nunca, ¿no?’ me dice.

Yo me contengo la risa.

‘No, Argentino, nunca. Pero yo no quiero una cuarta pizza, rey’.

Y entonces veo que se pone a hacer una pizza individual a toda velocidad. Va y viene por toda la cocina, se mueve de una esquina a otra deslizándose con las pantuflas sobre el suelo.

‘¿No la vas a dejar elevar?’ le pregunto.

‘No’ me responde. ‘No, porque los napolitanos seguro no la dejan elevar. Son improvisados… como los argentinos, ¿CACHAY?’

Amasa el bollo. Lo mete en el horno. Corre a preparar rápido la salsa. Vuelve al horno, le sonríe el bollo tipo ‘ahí está mi bebé gestándose’ y vuelve a batir la salsa. Luego me sonríe como haciéndome señal de que se viene algo grande. En todo esto pasan diez minutos, y me mata con lo siguiente:

‘Weona, creo que hice una pizza BRÍGIDA’.

La saca del horno y huele exquisito.

‘Vení, tenés que probar vos el primer pedazo’ me dice. Ok. Voy. La pizza se ve HERMOSA. Se ve tan hermosa como nuestra pizza favorita de Barcelona, un bar de napolitanos que cobra 10 euros por pizza, los weones. Pero vale la pena.

‘Con cuidado’ me dice, ‘tenés que poder agarrarla, pero también doblarla para poder comerla’.

La sostengo. La doblo. La pruebo: efectivamente, este weón culiao cagado de la cabeza había replicado esta pizza, la pizza que tuvimos todo el tiempo en el inconsciente anhelando.

Lo miro y le asiento con la cabeza: estamos pensando lo mismo.

Acto seguido, El Argentino grita LO LOGRÉ, y SE TIRA AL PISO. Con las manos en el aire como agradeciéndole al cielo tipo futbolista que anotó un gol, dice:

‘¡LO LOGRÉ! ¡LO LOGRÉ! HICE LA PIZZA DEL SPORTS BAR’

Cuando se levanta y ya estamos comiendo la pizza (que by the way, si sabía que iba a salir tan buena le pedía que la hiciera grande) me dice mirando al horizonte cuarentenado:

‘Tardé 72 horas, un paquete y cuarto de harina, tres sobres de levadura, una lata y media de tomates, infinita mozzarela y 4 intentos, pero lo conseguí.

Hice la pizza de nuestros sueños, Paloma’.

Y en el mejor momento del mes, boludo.

En el MEJOR.

MOMENTO.

DEL MES.

Día 21

Hoy anunciaron que en España lo más probable es que pasemos todo abril en cuarentena. Llevo 21 días ya, y me quedan otros 25, al menos. Y mi miedo no es el encierro (ya les dije, el COVID subestima mi capacidad innata a sobrevivir a base de libros), ni el monocontacto con El Argentino. Tampoco me aterra la idea de comer pizza todos los días o morir gorda y postrada con la cara transparente. No. Mi miedo profundo, y lo que me pregunto una y otra vez en la cabeza es… ¿qué hacer con este diario?

Chiques, es el día 21 y no sé qué escribir. Se me hace una tarea del día a día que disfruto, pero a ratos me estresa. Me acuesto por «las noches» al lado de El Argentino (entre comillas porque nos acostamos a las 20:30), ya en su séptimo sueño, y yo me quedo mirando al techo rebuscando, casi escarbando alguna anécdota que pudiese dar pie a una historia.

Pasa que una historia necesita pies y cabeza, causa-consecuencia, un clímax, una tensión narrativa que logre distenderse, un final que lo cierre todo.

Yo intento hacer lo que puedo: jugar con la tensión de hacer una pizza perfecta, o con que hay un tipo con COVID entregándonos un mouse contaminado. Pero es difícil, amigues. Es difícil cuando te pasas la mitad del día leyendo, la otra jugando LOL con tu pareja, unas horas al día escribiendo y la otra conversando cosas íntimas, que esa es otra cosa también: el límite de lo que se cuenta y lo que no, para no llegar a ser tipo instagrammer influencer usando tu relación para llegar a un público. Hay que encontrar el balance y llegar al relato que sea chistoso, meramente anecdótico dentro de una relación, y que valga la pena contar.

A El Argentino le encanta que yo escriba el diario mientras cocina. Le gusta que le lea lo que escribí, y no publico hasta que apruebe, porque mucho de lo que hablo es de él o de nosotros. Si es de mí, obviamente, no le pregunto a nadie. Igual, lo bueno es que entiende que cualquier cosa que se ponga en papel -o en un muro de Facebook, en este caso- pasa a ser ficticio, porque uno elabora caricaturas de unx mismx, crea sus propios personajes y una serie de causas-consecuencias que se ordenan casi como para hacer que el mundo funcione de una manera que no funciona.

Hoy se pone a cocinar un bocadillo de calamares.

‘Sha, ¿de qué vas a escribir hoy?’.

‘Puta, no sé’ le respondo. ‘¿No querí escribir tú?’.

Casi me pongo de rodillas.

‘No tengo nada que contar tampoco’ me dice, y mira hacia abajo. Me pongo a escribir sobre unos sueños vívidos que tengo sobre alguien que me hace cariño mientras duermo, algo que le aterra a El Argentino, y me pide que no hable de eso, que lo borre y lo olvide, porque es un tema delicado. Ya llevaba la mitad. Lo borro.

‘Paloma, pasa que lo que estás haciendo es difícil, CACHAY?’.

‘Sí, cacho’ digo. Ya me acostumbré tanto como él a que use el chileno con toda naturalidad.

‘Piensa esto, Paloma: acaban de anunciar otro mes de cuarentena. Tenés que pensar cómo va a seguir tu diario con esa información. ¿Cómo vas a sacar anécdotas divertidas todos los días si andás tan encerrada como el resto?’.

‘Puta, Argentino, tení razón’ le respondo y me siento desesperanzada. ‘No puedo escribir hoy nada’.

‘Mirá… sho voy a hacer lo que pueda en esta cuarentena para darte material’ me dice casi como con pena, el weón, como en serio intentando ayudarme. ‘Pero no te puedo prometer ser tan divertido todos los días, ¿entendés lo que te digo? Sha tenés que cambiar el rumbo del diario, no podés hablar todos los días de mi pizza’.

Él dice piCZa y eso me da risa. A él le molesta que yo diga piZZa porque «así no se dice».

Ok, tano. Y eso de jurarse tanto el pico ya casi lo naturalizo. Igual tiene razón: el que me da más material es él.

Entonces se me enciende la ampolleta.

‘¡Ya lo tengo!’ le grito, y me dice que baje la voz.

Hoy escribo sobre lo que acaba de decir, y armo un relato sobre hacer un relato, sobre el bloqueo de escritor y una cuarentena que me estresa por nada.

Hoy escribo de un Argentino diciéndome que no puede abastecerme de material diario para hacer un diario culiao en Facebook.

Día 22

Ayer escribí sobre no saber qué escribir y olvidé el detalle de que había publicado recién un post que causó revuelo entre los conocidos de Facebook. Chiques, les propongo que pongamos este tema sobre la mesa: hablemos de ser mujer y publicar abiertamente una opinión política. Lo haré desde mi experiencia personal, pero es un gesto claramente político en el sentido más explícito.

Porque, seamos sincerxs, gente: no podemos disociar estos dos hechos. Que yo, mujer, tenga opinión política y la haga pública, molesta mucho más que un hombre. Es parte de la historia de la humanidad y pasa hoy. Lo sé porque lo veo y lo leo. Leo el debate entero de esa publicación aunque no la responda por completo, leo el ataque personal, y también leo lo que publican otros compañeros hombres que piensan como yo. Y a pesar de que siguen siendo muy debatidos (y no lo dudo), a ninguno le llega tan duro.

Quiero aclarar el paréntesis del contexto, en todo caso: gran parte de mi comunidad de Facebook se conforma de personas con las que compartí mi infancia (un colegio conservador y un espacio bien, bien cuico), entonces tiene que ver con eso, y tiene que ver, también, con que me reconozco como mujer (conciencia de género) con privilegios ( de clase), y tiene que ver con que me identifico con la izquierda. Y eso molesta… claramente.

‘Argentino’ le digo. ‘Nunca te leí los comentarios personales que me hicieron en ese post’. Es cierto. No lo hice porque sabía que se iba a emputar.

‘No lo hagas’ me rogó como si le hubiese leído el pensamiento. ‘Me imagino lo que te dijeron’.

‘Es porque soy mujer’ le respondo.

‘Paloma, ¿te cabe alguna duda?’.

No. No me cabe ninguna duda. Y no se por qué, si he vivido siendo mujer y sometida a esta clase de mierda toda mi vida, me siguen sorprendiendo estas cosas.

Contexto: publiqué una aseveración en la que creo firmemente. Es una opinión política, como toda opinión, digamos, solo que El Argentino tiene razón:

‘Paloma, no publiqués de política en territorio conquistado por la derecha’ me dice. ‘Mejor quedáte a salvo en Twitter’.

Puta, es muy cierto. Pero mi respuesta también:

‘Nooo, Argentino, no entiendes. ES QUE LO HAGO PARA PROVOCAR’. Y aún así, uno espera cierto nivel de debate que no redunda en irse contra la persona en vez del argumento….

‘Paloma, es violencia política. Es violencia política y de género’ me dice El Argentino.

Extrañaba los días en que mi Facebook se volvía un debate de locos con 80 comentarios: 20 míos y de amigos de izquierda, y otros 60 comentarios de derecha debatiendo. Yo tengo mucho respeto a la gente que opina diferente a mí y tiene una gran capacidad de debatir. Puedo dar muchos ejemplos, incluso en ese post, y suelo también decírselos personalmente («Oye, gracias por buscar la forma de llevarme la contra con inteligencia, te respeto mucho»).

Pero otrxs varixs tienen la forma precaria de discutir con ataque personal (¿nadie les enseñó que es tremenda falacia argumental?) diciendo que soy una amarga contracorriente, buscando la quinta pata al gato pa criticar. Y no. No son solo hombres. Son también mujeres, porque las mujeres también pueden carecer de conciencia de género.

Recordé muy tardíamente por qué había dejado de publicar de política en Facebook: la gente no sabe debatir. Y cuando una debate fuerte, te dicen que te crees ‘dueña de la verdad’. ¿Dueña de la verdad? Ah, sí. Les explico: es que como no ando amortiguando el discurso con “en mi humilde opinión», «o sea, en verdad en buena se los digo» «para mí, China es bacán jijijii”, entonces yo siento que soy “dueña de la verdad absoluta”. ¿Se dan cuenta de lo grave que es que no pueda ser firme con mis propias creencias? ¿Se dan cuenta que es una cuestión de género?

Quiero decir algo muy cierto. Estoy en Barcelona rodeada de gente de distintos países: México, Colombia, Puerto Rico, Argentina, Cataluña, Ecuador, Perú.

Antes de eso, trabajé en una editorial hermosa, estudié en dos universidades diferentes

No se trata de arrojar títulos (ninguno de los míos realmente sirve de algo, todos lo sabemos). Se trata de contar que me he movido por distintos espacios, fuera de la burbuja donde crecí, y lo hice a propósito. Curiosamente, el único lugar donde me dicen este tipo de weás es en ese preciso círculo. No sé, chiques, a mí me dice algo muy fuerte, no sé si a ustedes. El resto del planeta, por lo que percibo en estos espacios, entiende qué significa tener una opinión, cómo se plantea y cómo se debate, sea o no la opinión diferente a la propia.

No quiero generalizar. Hay gente con mucha inteligencia para debatir y con esa gente me interesa seguir la conversación. Si una publica de un tema político es precisamente para eso, no para que una horda de gente te diga que piensa igual que tú. Al menos yo no tengo esa aspiración.

Pero responder 60 comentarios es un tsunami, y leyendo la cantidad de basura que se intercala, creo que hay que saber retirarse antes.

También hay que saber dónde meter cuchara y dónde no. Si estoy alabando la intervención del Estado es porque claramente soy de izquierda. Si eres liberal, entonces la discusión de vicia, porque loco, yo no me voy a poner a discutir por qué sigo a Hobbes y no a Smith… onda, esa weá es parte de otra discusión, y es tan radical de base que muchas veces no vale la pena.

En fin, creo que ese post fue nutritivo por un rato. Los invito a leerlo si quieren, pero fíjense muy bien las partes donde la gente ataca directo, porque es muy fuerte. Si para algo sirvió Letras es para analizar el discurso. Yo les voy a denunciar algunos de los comentarios con mensajes subliminales brígidos:

1. Que solo ME interesa criticar al gobierno y soy una inconformista con cero aporte (análisis de género: soy una mina alegona e histérica que no aporta a la sociedad).

2. Quiero llamar la atención (análisis: soy una attention whore, clásico argumento contra las mujeres).

3. Soy ignorante (no sé de lo que hablo cuando pongo a Argentina como modelo porque CÓMO PONGO A ARGENTINA COMO MODELO SI ESTÁ CON UNA DEUDA HORRIBLE!!!).

4. Qué más se puede esperar de mí… “no mucho” (análisis: soy mina y me ‘creo’ de izquierda… ¿qué se puede esperar de una ciudadana de segunda clase como yo? ¿Inteligencia?).

5. Me tiraron una ironía de que defiendo a cualquier posición política socialista (análisis: no puedo pensar las cosas que pienso, porque no tengo desarrollado el pensamiento crítico. Yo solo sigo la «corriente»… Sí, porque bien fácil es crecer en un ambiente ultra conservador, ser mujer y publicar opiniones).

Hay muchos más así. Hace unos años, por ejemplo, publiqué un video de un paco pidiendo el carnet de identidad a una persona muy humilde (claramente había ido directo a él con mucho clasismo), y aún no regía el control de identidad, por lo que el tipo se negó y el paco lo hizo mierda a golpes. En ese entonces, un imbécil que había debatido en los comentarios, me manda un interno por Facebook, DOS DÍAS DESPUÉS.

Me acuerdo que borré la conversación porque no quería tenerla en registro, porque en serio me pareció muy fuerte, pero le saqué pantallazos por si alguna vez quería hacer algo con eso… puta, fue hace años y no sé dónde está, pero en algún recóndito lugar.

Entre las cosas fuertes que me dijo, fue que era una “pendeja culiá ignorante que quiere llamar la atención”, y una «mina con poco cerebro».

Díganme si no tiene que ver con género ahora, o que las feministas estamos puro hueviando. Como estos ejemplos, tengo infinitos.

Igual, quiero decir que a ratos me entretiene mucho hacer estas cosas jejeje. Pero en otros ratos, pienso que denunciar es mucho más importante.

Día 23

Pienso seriamente hacer una Historia Destacada en Instagram con mis memes favoritos, porque siento que tengo un gusto de otro mundo. Pero en seguida pienso… hmmm… ¿será que todo el mundo se siente así con la búsqueda selectiva de sus memes? Confirmen, chiques, confirmen si todos piensan que su selección de memes es la mejor. O si creen que el mío tiene potencial de Historias Destacadas de Instagram. Porque, por ahora, después de esa reflexión que me causó tanta decepción, me resisto. Igual tengo una página en Facebook (Estado de Distraccion) donde publicaba hartos memes de temática literaria/lingüística y encuentro que tengo una selección bonita. Ahora que estoy en cuarentena, pienso optimizar mi página web y empezar a publicar cosas ahí. Ya les paso el link, pero no se entusiasmen. Más que nada voy a hablar de libros, chiques. Es una temática que aburre a un montón de gente, pero yo necesito ventilar por medio de la escritura todo el tiempo, como se van dando cuenta. Aunque también pienso hablar de los viajes que alcancé a hacer antes de la Cuarentena, como para dar datos de buenos lugares.

El Argentino ayer hizo su sexta piCZa. Sexta, sí, leyeron bien la cifra. Sinceramente, yo ya no podía más de piCZa. Siento que me estoy formando un rechazo rotundo e irreparable ante la idea de volver a probar masa con queso y tomate, pero tengo que apoyarlo. Yo supe desde el minuto uno que me metía con un Argentino obsesivo y tengo que bancármela, pero sexta piCZa en 3 o 4 días es mucho… hay días en que he comido dos por día. Pasa que la gente obsesiva es muy buena para escribir y apasionarse por las cosas, y eso me encanta. A mí me gusta mucho la gente obsesiva. Yo, por ejemplo, me caigo bien. Nada que decir. Mi mejor amiga también me cae increíble. Y mi Argentino me cae bacán. Y entonces, yo me banco los pensamientos obsesivos de cada uno de ellos, incluyéndome en ese saco.

Cuando sacó la sexta piCZa del horno ayer, la miró por unos segundos, y yo noté en sus ojos que algo andaba mal.

‘¿Qué pasa, Argentino?’ le pregunté.

Me miró.

‘Bah, no sé, creo que no quedó bien’.

Hoy, entonces, me viene con esta:

‘Che, hoy será un día diferente’ me dice. ‘Sha no voy a hacer más piCZa, Paloma. Sha no quiero hacer más piCZa’.

Me rio en su cara y él se va a la cama.

‘Argentino’, le digo, ‘¿Viste que no manejas bien tu frustración?’.

Él se queda mirándome y me sonríe. Se acabó la fiesta de piCZa, amigues, y ahora que lo sé a ciencia cierta, siento que voy a echarlas mucho de menos. Son unas de las mejores piCZas que he comido en la vida. Adiós, amigas, pienso. Y empieza a sonar en mi cabeza «Only know you love her when you let her go».

Nos ponemos a hablar de cualquier cosa, como para calmar los aires. Siempre que nos ponemos a hablar de cualquier cosa, terminamos hablando de literatura porque, bueh, después de todo, estamos los dos haciendo un máster en escritura creativa al otro lado del charco.

Recordamos con entusiasmo las clases de Samanta Schweblin.

‘Uf, qué piba’ me dice El Argentino. Es una de sus escritoras favoritas de la vida, y obvio, cuando nos hizo clases se enamoró un poco. Pero no lo culpo: yo también me enamoré de ella.

‘Síiiii’ le respondo y suspiro, recordándola con el amor que merece.

Él hace lo propio y se queda callado.

‘¿En qué piensas, Argentino?’

‘Si algún día tengo una hija le voy a poner Samanta Schweblin’

‘¡¿Ah?! ¡¿Le querí poner su nombre Y apellido?!’.

‘Y sí’ me dice todo calmo y decidido. ‘Obvio. Samanta Schweblin Argentino’.

(Dijo su primer apellido, pero para efectos de este diario, ya saben).

‘Concha tu madre, Argentino, espero que me estés hueviando’.

Él me mira todo serio, y yo sigo:

‘Weón, cómo le vas a poner ese nombre. Por último le pones Samanta y si te preguntan dices como «sí, le puse Samanta por Samanta Schweblin», pero no le podí poner su apellido, po weón. Y si quiere ser escritora, ¿qué?’.

‘Y sí’, apenas me dice.

‘¿CÓMO QUE ‘ Y SÍ’? EL NOMBRE MENOS ORIGINAL DEL MUNDO’.

‘A ver, chilena’ me dice parándome los carros. ‘¿A cuántas SAMANTAS SCHWEBLIN conocés?’.

Me quedo callada porque es una trampa, chiques,

ES UNA TRAMPA.

‘¿No tienes otro nombre, huevón?’.

Se queda pensando.

‘Julia’ me dice. ‘Julia Cortázar’.

‘YA, WEÓN, ME ESTAY PURO HUEVIANDO’.

‘Julia Cortázar Argentino’ me dice, y alza las manos como si estuviera mirando la frase en el aire, sonriendo.

‘¿Te das cuenta que estás cagado de la cabeza?’.

‘¿Por qué?’ me pregunta sin inmutarse, y sigue:

‘Estar cagado de la cabeza sería ponerle Jorge Luis Borges a una nena’.

Día 24

Chucha. Día 24. Cómo agarré tanto vuelo.

Le leí a El Argentino lo que escribí del día 23 y me hizo un comentario maravilloso, pero para entenderlo habrá que remontarnos al día 1: al día en que salimos por primera vez. La voy a hacer corta, o lo intentaré, para llegar al grano.

Como saben, resulta que El Argentino es compañero mío del máster. Yo como que lo fiché el primer día. Me dije hmmmm… este weón de pelo teñido blanco me recuerda a un Targaryen, y pensé que quizá podía sacarle algún besito.

Bueno. En aquellos días salíamos seguido con los compañeros a tomarnos unas birras (chelas), y en eso andábamos.

Chiques: yo tengo un pro que me juega muy en contra. Soy demasiado transparente y no sé disimular. Igual, quería que el weón cachara que le echaba el ojo, pero con cierto encanto, no sé. Pero no funcionaba. El Argentino este del orto no me miraba, no me daba ni la hora. Yo pensaba que habían dos posibilidades: o posta no le interesaba nada (válido. Si era así, yo desistía. En gustos no hay nada escrito), o ya me tenía más que cachada y lo hacía a propósito.

Claramente, fue la segunda opción.

Vivíamos cerca en Barcelona (a 7 minutos. Yo en El Born y él en El Gótico) y la universidad quedaba «lejos» caminando, como a 35 minutos, y de noche siempre nos acompañábamos entre los amigos para asegurarnos de que no pasara nada. Entonces nos empezamos a volver juntos con un grupo, y cuando ya se dispersaron todos los demás, me preguntó si lo acompañaba a tomarnos una cosita en algún bar del Gótico. Ya po, por qué no. La condición era que tuviera piscola y fernet.

Nos pusimos a conversar. Me preguntó mucho por mí y eso me ponía nerviosa, así que pronto desvié el tema y le pregunté por él, qué hacía en Argentina, por qué estaba en el máster, etc.

Ahí me cuenta que había estudiado Ciencias Sociales y Relaciones Internacionales, que tenía un perro, que escribía mucho… no sé… lo típico. Y de repente me salta con esto:

‘Y sí, soy medio obsesivo y narcisista’.

‘¿Narcisista?’ le pregunto, y como que me asusto… o sea, quién dice eso cuando conoce a alguien.

‘Y sí, boluda, es como ser calvo o narigón… es algo con lo que nacés’ me responde, así, todo desenvuelto.

Filo, pensé. Estoy en un máster de escritura creativa. Qué puedo esperar… los escritores son gente extraña y con ego… si todos escribimos un poco por ego. Y chao, si solo quiero un besito.

Bueno ya, ok. Aquí ando ahora. Viviendo con este boludo. Sinceramente, nunca lo hubiese imaginado, pero qué bueno que pasó.

Le leo a El Argentino el día 23 y le llama la atención lo de los memes y lo que comentó la Chofa.

.

‘Hey, me parece muy normal que todos crean que sus memes son lo mejores’ comienza a decirme. ‘O sea, somos todos un poco narcisistas, y está bien que lo hashas visibilizado’.

Yo aún no entiendo a lo que va, así que lo observo expectante.

‘Sho una vez, por ejemplo, le dije a mi psiquiatra: doctor, usted tiene suerte de tener un paciente como sho’.

Obviamente no me contuve la risa y me acordé de esa weá que me asustó tanto la primera vez que salimos. Le pregunté qué respondió el psiquiatra a eso, que qué chucha hace un psicoanalista frente a tal evidente signo de narcisismo.

‘Y ¿cómo qué hizo?’ me dice, y se ríe conmigo. ‘Se rió, weona, ¿qué va a hacer? ¿Cachay?’.

De pronto me siento identificada con ese psicoanalista que hace unos días se andaba riendo con El Argentino por Skype. Ese tipo debe pensar lo mismo que yo: es un agrado que alguien se ría así de sí mismo y tenga resuelto los temas de su psiquis. A mí todavía me duele si me dicen que soy sensible….

‘Hey, weona’ El Argentino interrumpe mis pensamientos.

Le gusta decirme «weona». Piensa que como yo le digo a mis amigas así, entonces todos se dicen así en Chile.

‘Si querés podés escribir sobre que hago piCZas como un enfermo, pero no aclarés que termino con toda la ropa shena de harina’.

La obsesión por la piCZa no terminó como pensé, como ya pueden darse cuenta… mientras hablaba con mi mamá por teléfono, aprovechó de hacer (bien calladito el weón, ni me di cuenta) un bollo de harina para dejar elevando.

Chiques, yo ya lo dije: si te advierten que eres obsesivo en la primera cita, después te lo bancai.

La séptima piCZa en cuatro días estaba espectacular. Y después del susto que me hizo pasar de que no lo haría más, no doy por sentado nunca más el privilegio de comer piCZa hecha por un argentino-tano en plena Cuarentena.

Igual le dije que por narciso iba a poner lo de la harina en el diario, porque, no weí…

Hasta cierto punto, Argentino, hasta cierto punto.

Día 25

Me inspiran mis lecturas.

Estoy leyendo cosas simultáneas, es lo que hago cuando quiero atrasar el final de un libro.

Me queda la nada para terminar Olive Kitteridge (me quedarán unas 90 páginas o un poco menos) de Elizabeth Strout, y leyendo otros libros ralentizo la llegada inminente de ese fin.

Leo Putita Golosa de Luciana Peker. Es un libro actual sobre feminismo: el «feminismo del goce». Creo que para empezar a indagar en el movimiento feminista, es un buen libro.

Pasa por teorías más históricas (que si has leído a Monique Wittig o Simone de Beauvoir puede que hayan partes que resulten muy lentas, si no, es un gran aporte al conocimiento) pero también habla de cuestiones más actuales y más nuevas dentro del feminismo, como formas violentas que no terminan de ser «violencia», como es el destrato (distinto al maltrato), o qué significa dejar el visto en WhatsApp.

No sé, hasta ahora me parece un libro interesante.

Su tesis es que el deseo es el núcleo de la autonomía femenina, pero no solo se refiere al orgasmo y al placer sexual. También al deseo de no aguantar la violencia, el deseo de irse con alguien o no irse, de trabajar, de salir a bailar, de vestirse de la forma que se te antoja, o desvestirte con quien se te antoja, el deseo de NO CALLAR, el deseo de tener un cuerpo diferente al de las publicidades, y frente a eso, el deseo de comerte una barra entera de chocolate o un helado pasao a crema y calorías. Es el deseo el núcleo de la autonomía de lA cuerpA, y por eso cruza con otras ideas importantes, como la gordofobia. Y para mí, si el feminismo no es hoy interseccional, decolonial, una mezcla de distintos ejes culturales-sociales, entonces no vale la pena.

El día 22 publiqué sobre ser mujer y tener opiniones abiertas. En algún punto de ese día pensé en no publicar la reflexión, porque, claro, es ponerle demasiada energía a una discusión viciada. Pero luego pensé en este libro, y en el movimiento Sola Me Gusto (movimiento partidario de la masturbación femenina y que incluso te enseña a hacerlo de diferentes formas), y pensé que sí: la intimidad es política. Y la revolución es en la calle y en la cama (pública y privada), si no, no es revolución.

Pienso en otra lectura que hago, entonces. La de Clarice Lispector. Tengo su colección de cuentos completos y con frecuencia abro el libro y leo alguno de sus relatos. Esa mina es de la generación del 45 en la literatura brasileña. Imagínense: una mujer en esos años siendo considerada una de lxs mejores escritorxs del siglo XX. Es una bomba y es muy compleja de leer. Ella decía:

«Tengo miedo de escribir, es tan peligroso. Quien lo ha intentado, lo sabe. Peligro de revolver en lo oculto y el mundo no a la deriva, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que colocarme en el vacío».

En una novela dice:

«Hace falta valor para hacer lo que voy a hacer: decir».

Y de eso se trató gran parte de mi sesión de psicoanálisis del martes.

Pero ese es tema del día 26.

Día 26

Déjenme decirles algo. Es cierto que la mayoría de los humanos son una mierda. Y demos por sentado esa aseveración. Mejor aún, hagámosla una verdad universal. Prendamos la tele o abramos Twitter o Youtube en vivo y veamos a la gente saliendo de Santiago para Semana Santa. Miremos a Trump y a todos los que votaron por él. Yo veo eso (y mi post de la otra vez, por ejemplo) y pienso: sí, Paloma. Tu mente tiene razón: los humanos son una raza decepcionante.

Pero sí hay gente linda en el planeta. Yo he encontrado a algunas y, cuando lo hago, las agarro con pinza y me las meto al bolsillo esperando que hagan lo mismo conmigo.

No es gente con «buenas intenciones». Buenas intenciones tienen todos, supuestamente.

No. Son otras cosas que las que las hacen bonitas, y suelen ser personas que, en principio, no se declaran ni buenas ni mejores que nadie; y que (es más) se saben complejas y contradictorias, quizá un poco oscuras. A mis amigas yo las quiero por eso. Son todas genuinas y llenas de aristas. No andan aparentando nada y eso me da una tranquilidad infinita. Tengo como tres, chiques, no se crean. Pero lo mismo con El Argentino.

Son las 1:30pm y está roncando al lado mío. Está roncando con ganas ese weón. No me molesta. Por alguna razón, me da una sensación de alivio que ronque. Es como saber que está, y que respira, y que me acompaña. Siempre se duerme antes que yo y no me cuesta quedarme dormida con su ruido, excepto cuando ronca boca arriba. Pero eso es porque se acumula saliva entonces es raro, es como un sonido medio de película de terror. Igual, yo ronco mucho peor.

A las 3 tengo sesión con mi psicoanalista. El Argentino tuvo a las 12 y, obvio, me fui a comprar al Mercadona. Volví a las 12:57 con sushi del supermercado, y cuando abro la puerta cacho que sigue con la sesión. Chucha. Le pido perdón despacio y me meto al baño. Abro el grifo del agua y la ventana, como para que se escuche el sonido de afuera. Pienso que soy buena novia, porque en serio no estoy escuchando nada. Y tipo 12:15 (en serio estuve casi 20 minutos en el baño) me sale a buscar.

‘Gracias’ me dice, y me abraza. Yo noto que anda con bajón. Es una persona bonita, entonces no aparenta nunca.

‘¿Qué pasó?’ le pregunto.

‘Nada. Fue una sesión muy dura’ me dice, y entonces me odio y me arrepiento de haber abierto el grifo de agua y la ventana, y de haberme creído «alta novia». Siempre me gana lo sapa, weón, siempre. Filo. No escuché. Ná que hacer. Pero quería que estuviese bien, así que intenté animarlo con el sushi y luego se fue a dormir (es ese cansancio, creo yo, que da cuando algo te da muy duro en la mente y te dan ganas de apagarte).

Yo, obvio, antes de su siesta le dije que cancelaría mi sesión. Él solo rodó los ojos a estas alturas.

Mi sesión, nada. Hablamos un poco de todo esto. Si tuviera que ponerle nombre al texto con la psicoanalista, le pondría «Ensayo sobre la decepción». Lo del post de la otra vez me generó más enojo del que debería, entonces se lo comenté, obvio. Le dije lo que había hecho y qué me había enojado, y me dijo que eso ocurría cuando se revolvían cosas: de quién soy, y qué cosas me importan, de cómo crecí y qué cosas me dolieron mientras crecía. Al final, todo está conectado para Freud, qué les puedo decir. Ella conecta cualquier relato de infancia y me dice que es por eso. Las cosas que más me duelen y me enojan van por ahí.

Pero me calmó lo último que me dijo, que lo había hecho bien. Que hablar abiertamente sobre lo que produjo ese post (el diario del día 22) era exactamente lo que tenía que haber hecho, y un poco siento que estaba orgullosa de mí.

Los psicoanalistas no lo dicen, pero al final aprendes a leer sus caras. Ellxs andan buscando que tú mismx sepas tener las herramientas correctas para lidiar con tus fantasmas y, en el fondo, lo que me dijo es que había tenido el valor para hablar, y que mis sesiones con ella estaban funcionando.

Unas horas después El Argentino me contará su sesión por sí mismo, solito y sin presiones. Pero eso nunca quedará escrito en este diario.

‘Admitílo’ me dijo después de contarme. ‘Estabas muerta por saber’.

Concha tu madre, pensé. Es una maldición, una maldición ser tan transparente.

‘Naaaah’, le dije. Qué mentirosa.

Obvio que se rió, porque no sé mentir. No sé ni para qué lo intento. Pero fue un momento muy lindo. También lo fue cuando yo le conté mi sesión. Es como sentir que te sacaste una sombra pesada de encima y se la pasaste a otro.

Cuando yo le conté la parte más dura de mi sesión (que no. Nunca llegará a este diario), todo se volvió muy denso y de pronto, después de llorar un rato, me sentí liviana. ‘Hazme masajes en los pies’ me tira de la nada. Y yo con todos los ojos hinchados pensé qué chucha.

‘Es que ahí está’ me dice. ‘Ahí se quedó la carga de lo que me contaste. Hacéme un masaje tirando hacia afuera y abrí la ventana’.

‘¿Y la ventana para qué?’

‘Para que se vasha’

día 27

Anoche nos quedamos hasta tarde jugando LOL. Cuando te duermes a las 20:30 todos los días, quedarte hasta las 11 despiertx es como trasnochar. Nos tomamos unas buenas micheladas y jugamos hasta que la guata se infló con el 12 pack.

Me di cuenta de que soy pésima. El Argentino se hizo una cuenta nueva nivel 1 para que yo jugara con gente más a mi nivel (él es Diamante 1 en realidad, entonces me tocaba jugar con weones brígidos), entonces siempre perdía. Pero ahora que jugamos con cuentas parecidas, me entero que no. En realidad soy mala pal LOL.

“No sos mala, mi vida, no sos mala” me repitió él todo el juego. Yo nunca he sabido bien si cuando me dice “mi vida” está siendo irónico, porque es raro que alguien de 33 años te diga “mi vida”. No sé. Pero me decepcioné de mí misma.

Nos fuimos a la cama tipo 11:30 y nos pusimos a ver las noticias, cual pareja de vejetes en su salsa. De pronto, me mira con esa cosa media cómplice y yo le tengo que leer la mente.

‘Sí, Argentino, si tú sabes que siempre tengo hambre’.

Se ríe.

‘Y boluda, ¿qué poronga comemos? Estoy podrido de comer siempre mi comida’ y lo dice porque él siempre cocina.

Yo le ofrezco cocinar yo, y se queda calladito, porque no quiere decirme que cocino como el pico y soy pésima dueña de casa, pero en el fondo los dos lo sabemos.

‘El otro día leí que Glovo está funcionando’ me tira.

‘Ya po’ le digo yo. ‘Pídete un Glovo’.

‘PiCZa?’ Me sugiere, y yo casi me enojo weon. ¿Es broma? Pa eso me hace la octava piCZa de la semana.

‘Pídete un mexicano’ le digo. Y se pone a buscar en la app mientras yo me empiezo a quedar dormida.

El Glovo llegó, chiques. Llegó con unos tacos como el pico, que eran básicamente pura lechuga caliente con una salsa pasá a ajo que supuestamente era “chipotle” y “salsa verde” pero de chipotle o jalapeño no tenía nada.

Nos levantamos en la mañana con dolor de guata y yendo al baño uno tras el otro.

¿Corona? Pensé yo. Y él como que hizo telepatía.

‘Boluda, si me da corona por esta poronga de taco que nos comimos anoche, te lo juro, me mato’ me dice.

‘Que al menos nos mudemos de mundo con comida que hasha valido la pena’.

Día 28

Chiques, mi internet murió. Y cuando digo murió, me refiero a que estoy peor que en los ochenta. No tengo cómo comunicarme de ninguna manera, porque estoy en cuarentena hasta un mes más, y tampoco puedo recargar mi celular. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Ahora mismo, estoy publicando el diario del día anterior y el que toca hoy con el chip argentino de El Argentino. Imaginen cuánto vale este post, chiques, una millonada en pesos, más encima, argentinos. Y pese a todo, la idea fue de él, de El Argentino, chiques.

Él me dijo: Paloma, voy a poner mi chip de Buenos Aires en mi celular para que vos podás subir tus diarios.

No se piensen que lo hace por ustedes o por mí. Lo hace por narciso.

Anoche me enojé con El Argentino. Fue una weá, fue porque no quería ver una película conmigo y quería ver su animé -que yo no sigo-, entonces me dio rabia y le dije que me iría a dormir a la otra pieza, que es donde está el router del internet.

Filo. Dormí exquisito. En serio, hace mucho no dormía sola. Por la mañana, El Argentino abrió la pieza y se fue a acostar conmigo a dormir un rato y darme cariño. Es uno de los momentos cuando te dices a ti misma: puta, eri bien weona a veces, pero pobre de ti que no hagas como que el show de anoche fue super cuerdo.

Después de un rato, escucho que se para y se va al comedor a escribir un rato. Yo tipo 10:30 me despierto y salgo a servirme el café que hizo y a sentarme a escribir el día 27. Lo escribo. Le doy clic en “publicar” y veo que desaparece. ¿Qué onda? No carga.

-Boluda, ¿a vos te funciona el internet?

Ahí comprendo.

-No, no sé por qué. Me funcionaba hace un segundo.

El Argentino se para y va a ver el router. Hay un tintineo rojo en el aparato.

Yo pienso que se va a pasar si lo reinicia, así que no le doy bola y me paro al baño. Me miro al espejo y pienso: concha tu madre. Después del show de ayer por una película fome y con esta cara de fea culiá, no puedo creer que todavía me quieran. Filo. Me peiné un poco y me puse crema para los ojos, a ver si así mi caracho era más pasable.

Cuando vuelvo, lo veo acostado en la cama en que dormí esa noche.

-Hey, ¿qué haces en mi cama?

-¿Ahora es tu cama? -me pregunta sonriendo.

-Sí. Desde ahora duermo acá -le digo en joda.

-Vení. Hay hueco para los dos.

Es una cama de una plaza enana, pero me acurruco y quedamos de frente.

-El internet murió -me avisa-. Murió en serio. Boluda, no podemos shamar a ningún lado, si ninguno de los dos tiene minutos en el teléfono. ¿Te imaginás? La gente va estar preguntándose si nos morimos de corona acá dentro.

-Ay, Argentino, obvio que esto se pasa en unas horas más.

-¿Sabés? Sho no creo.

Y el weón comenzó a confesar una serie de teorías conspiranoicas impresionantes, chiques, cosas que yo no hubiese imaginado jamás, pero que, dentro de 9 horas sin servicio, comienzan a cobrar sentido.

-Quizás fue el vecino de abajo -me comienza diciendo.

Creo que les he contado del Vecino de Abajo. Es un viejo hijo de puta que de tanto en tanto nos alega porque “movimos una silla” a las 4 de la tarde, y eso «le molesta». Sube en pantuflas, nos putea en catalán (lo que me parece ultra xenófobo, porque sabe que somos latinos) y se va. Le importa un pico nuestra respuesta.

-Fue el vecino de abajo, Paloma. Nos debe haber cortado el cable desde el techo.

Por un minuto, quedé paralizada. ¿En serio este weón piensa que alguien puede darse la paja de hacer algo así?

-Argentino -comienzo a decirle-, en serio no creo que sepa ni cómo hacerlo.

-Y boluda, si es muy fácil -me responde-. Mirá, mirá nuestro cable, se ve perfectamente desde el techo que es el nuestro.

-¿Nosotros tenemos llaves del techo? -pregunto. A estas alturas, con lo convincente que suena, me hace sentido-. Como para ir a ver si es cierto.

-No tenemos. Pero en teoría, cualquiera puede ir al techo.

Nos quedamos mirándonos. A mí me da un poco de risa todo esto, entonces suelto una mini risita y él arruga los ojos. Se para. Va a la ventana y tira del cable. Luego saca el celular y se pone a buscar el wifi público de Barcelona. Lo más parecido a Parasite que haya visto en mi vida.

-En realidad… No creo que sea eso. No sé, no sé… es que el cable parece estar firme.

-Ah pero, entonces, ¿para qué me dices eso? -y me río.

-Es que… en realidad… tengo otra teoría.

Yo ya estaba pensando qué teoría podría ser: como dormí en esa pieza, quizá podría pensar que era lo suficientemente loca como para cortar el wifi tipo castigo para él. Me adelanto y le cuento lo que pienso. Se ríe.

-No, no pensé eso exactamente. Aunque, si lo hubieses hecho, boluda: respect. Te hubiese pedido perdón de rodishas para que volvieses a poner el wifi.

La weá loca su respuesta.

-¿Y qué, entonces? -pregunto.

-Tengo dos teorías con vos- me dice-: una, es que anoche, con lo caótica que sos, que tirás las cosas por todos lados, habrás movido algo y se soltó algún cable. Pero antes de echarte la culpa así, mientras vos estabas en el baño, chequeé 4 o 5 veces que los cables estuvieran bien y no. No habías sido vos y tu desorden de persona. Pero entonces pensé otra cosa…

-¿Qué?

-Pensé: boludo, debe ser su energía -me responde.

-¿Mi energía? ¡¿Mi mala energía?!

-No. Tu energía caótica -me sigue diciendo-. De caos y desorden que te rodea. A donde vos vas, se cae algo, se ensucia algo, chocás con algo. Por eso me acosté aquí.

-¿Cómo que por eso te acostaste aquí?

-Y sí -me dice el weón-, para compensar tu energía con la mía y arreglar el wifi.

Ahí yo exploto de risa y él me la sigue, pero no porque sea broma, sino porque cuando yo me río (con esa risa estruendosa horrible) a él le da risa. También podría ser risa nerviosa. Hace más de un mes que no pagamos los datos del celular y si no se arregla el internet, en serio, vamos a quedar desconectados de todo y viviendo la pesadilla misma: EN CUARENTENA SIN INTERNET.

-La otra que nos queda es salir a caminar con el carrito y ver si hay wifi en algún supermercado y con eso pagar online los datos del celular y decirle al mundo que estamos bien -me dice-. Pero primero me duermo una siesta aquí, como para ver si mi energía al final termina por arreglar el internet.

-Hey, pero si pretendes compensar mi energía, en teoría me tendría que ir de la pieza -le digo yo.

-No po -me dice él, bien chileno-, no entendés nada, Paloma. Porque el equilibro del universo es que la señal funcione.

-¡¿AH?! -qué chucha está hablando este weón.

-Pasa que cuando vos estás acá, desequilibrás el universo. Pero si sho te compenso a vos, el equilibrio universal se reestablece.

-Estás diciendo, entonces, que en el fondo tú eres el orden y yo el desorden, entonces nos neutralizamos y eso hace que el internet vuelva.

-Exactamente. ¿Entendés ahora?

Sí. Entiendo que me metí con un cagado de la cabeza. Pero me hizo acordar lo que dijo mi mamá cuando vino a visitarnos. “Son como el ying y el yang” nos dijo, porque un poco sí somos opuestos en algunas cosas esenciales. Me acuerdo de eso y se lo comento a El Argentino.

-Y sí, boluda, es eso. Y que tu mamá me quiere mucho.

-Ay, qué te creí.

-Y sí -me dice-. Quizás me quiere más que a vos.

-Puede ser.

-O sea, pensálo proporcionalmente, Paloma. A vos te quiere tanto porque te conoce hace 26 años. Si a mí me quiere así en tan poco tiempo, imaginá cuánto me querrá en 26 años. Quizás más que a vos, Paloma. Admitílo. Proporcionalmente, si hacés los números, me quiere más a mí.

La siesta que nos dormimos en el lugar no funcionó… claramente. Llamamos al servicio técnico con mucha suerte y dijeron que no sabían cuándo iba a estar listo el wifi… así que nada, literalmente estamos viviendo el infierno. Es la prueba final a ver si no nos matamos entre nosotros.

-Andá a saber cuántos días estaremos sin wifi. Mínimo 4 -me dice, lo que me parece espantoso-. Hoy sábado, nada. Domingo, menos. El lunes, si vienen, boluda: los aplaudo, les cocino una porción de piCZa. Y entre martes y miércoles, sha serán cinco días.

Yo pienso en lo que dice y, en serio, ahora sí que me hace sentido.

-Tengo miedo -le digo.

-Y hacés bien. Es de valientes tener miedo.

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