Los excesos de Wacquez: desborde narrativo y temático

Los excesos de Wacquez: desborde narrativo y temático

Poca es la fama de Mauricio Wacquez, el escritor chileno contemporáneo a Donoso que perteneció a la generación de los novísimos[1], y sin embargo lo considero uno de los mejores escritores chilenos del siglo pasado. Este autor escribe Excesos en 1971, una recopilación de cuentos de una temática tan densa que lo censuraron durante varios años, por período en que fue publicado.

Encontrar este libro en papel es particularmente difícil. Estuve años paseándome por las librerías de Santiago para encontrar alguna versión, hasta que me topé con un vendedor-fan que me dijo «amiga… date cuenta: ese libro ya no está en librerías». Me di por vencida hasta ahora, que lo encontré en una página española de coleccionistas y estoy esperando que me llegue una versión de Edición Planeta de 1976. Esperemos.

El cuento «El papá de la Bernardita»de Mauricio Wacquez

“El papá de la Bernardita” es un breve relato narrado por una adolescente de trece años que cuenta la historia de Nacho, su hermano, quien súbitamente rompe su relación amorosa con una tal Bernardita —jamás conocida ni por ella ni por su madre, según cuenta— y, por tanto, decide irse junto a su familia al Quisco.

El cuento se centra en Nacho y en lo que a él le acontece, pero desde una narradora testigo, lo que siempre es interesante, porque resulta en un punto de vista muy deficiente, a lo Estrella Distante de Bolaño. Por esto es que la historia queda inconclusa: la protagonista no entiende qué pasó en el transcurso de relato ni por qué le miente a su mejor amiga al respecto, teniendo una suerte de instinto de que algo estuvo mal. Pero, ¿qué pasó en realidad? Esta atmósfera misteriosa que crea Mauricio Wacquez no es azarosa: es cautelosamente planeada de antemano, en un momento previo a su escritura.

«El papá de la Bernardita» trata la homosexualidad de manera extremadamente sutil y velada. A tal punto que, de no ser por una lectura aguda del cuento, resulta difícil de percibir. No obstante, el tema queda claramente sugerido por la narradora, sin que, al parecer, ella logre notarlo del todo, lo cual es una genialidad de parte de Wacquez: como lector(a), crees poder enterarte, pero la niña, desde su punto de vista deficiente, parece nunca verlo del todo. Este efecto que provoca la limitación de la narradora sugiere que la obra está perfectamente armada. En un principio se otorgan datos aparentemente irrelevantes (como la muerte del padre o que la Bernardita jamás haya ido a la casa) y la narración es en primera persona, contada por niña pequeña que apenas está entrando a la adolescencia.

La ingenua y acotada perspectiva de la protagonista logra nebulizar la historia —aplacada aún más con las elipsis— consiguiendo que el lector no pueda ver claramente lo que está pasando. Los datos como la muerte del padre hacen que se explique la razón de los conflictos de Nacho. También el hecho de que a la Bernardita nadie la en persona nos hace interrogarnos sobre su existencia. ¿Había una Bernardita en la historia o solo existía el papá? (¿Era realmente un papá?).

«Excesos», el cuento que da nombre al libro

El cuento “Excesos”, por otro lado, es, precisamente, eso: un completo desbordamiento de los límites que amenazan el cuerpo del sujeto, un exceso en la narrativa y en el (¿los?) personaje(s) que la compone(n).Un cuento brevísimo sobre la metamorfosis trans de un hombre que evoca constantemente a Irene, su “objeto amado”, alguien a quien añora y/o desea transformarse en.

Prolija y provocadora, la prosa de Wacquez, excedida de descripciones y frustraciones, ocurre en un mismo escenario, en el ámbito privado de un sujeto frente al espejo de su baño.Y no puedo dejar de detenerme en eso, en la sencillez de una narración que ocurre a partir del –aparentemente- simple hecho de maquillarse frente a su espejo; y preguntarme, frente al evidente travestismo en la historia, ¿cuánto incide la intervención corporal en las construcciones de identidades de género? ¿Qué significa el maquillaje en “Excesos” y, por extensión, en el mundo trans? 

En el cuento de Wacquez vemos una evidente identidad en conflicto que parece incluso desdoblarse en dos personas distintas. No es sino en última instancia, en la mismísima última frase, que nos damos cuenta de que estamos frente a una transformación, una metamorfosis. Y el conflicto radica en que la construcción de Irene, por medio del maquillaje, significa la deconstrucción de “él” para constituir lo femenino. Conformar a Irene, “dibujarla como siempre vi que ella la dibujaba”. Maquillar o “dibujar” en el rostro de él es una forma de apropiarse de aquella subjetividad anhelada, representar una posible identificación con lo femenino. Lo que quiere frustradamente el/la protagonista es recuperar su identidad, identidad que se contradice con un cuerpo-límite biológico de su subjetividad.  Y en ese sentido, el cuento es una constante melancolía de la imposibilidad de ser aquello que desea.

He ahí el límite y el exceso del que habla Mauricio Wacquez. No tanto porque el cuento sea una transgresión moral-social de la época, o por aquella estética escritural evidentemente excesiva, sino también por esa transgresión del cuerpo como límite biológico. Para Wacquez, el exceso tiene que ver con lo monstruoso, con lo “drag”, cualquier desborde que traspase lo “normal”.

Como dirá en otro de sus cuentos de Excesos:

“En una romana que aún resiste el tiempo y el polvo de la casa de mi madre, me pesa y constata que he nacido bien, sin defectos, sin excesos”

«La casa» Mauricio Wacquez en Excesos

Pero el protagonista parece exceder incluso de Irene. No llega completamente a ser ella, ese objeto deseado, sino que “otra” más, que “no va a quedar nunca igual”. “Ahora, sí, ahora soy Irene” cierra el cuento. Pero constata antes que jamás llegaría a ser lo que Irene fue, que sus uñas no tienen el mismo tono, que el delineador no tiene la misma cola:

“… aún me falta ponerme los zapatos y todo por este ojo, que, mierda, no va a quedar nunca igual al otro y parece que será mejor dejarlo así; ahora, sí, ahora soy Irene”.

Mauricio Wacquez, «Excesos».

Maquillaje, travestismo y homosexualidad en Wacquez

El maquillaje en el travestismo es una representación de subjetividad, y tiene incluso una estética y metodología específica. El estilo “drag” utiliza lo excesivo (y volvemos al título de Wacquez) como técnica y estética: cejas largas, bocas delineadas, el método del cut-crease que agranda el pliege del ojo, y por tanto, el párpado completo, pestañas postizas, delineador de ojo a lo Amy Winehouse y la utilización de una paleta de colores fuertes. El maquillaje trans no es solamente una manera de expresión; ya pasa a ser una manera de plasmar su identidad. La Cosmopolitan gringa entendió este concepto y comenzó a profitar hace poco con eso. Tiene actualmente una sección llamada “Cosmo Queens” donde maquilladoras trans tienen su espacio para hacer tutoriales de su expresión artística. 

En “Excesos”, hay un desajuste en “él”, en pos de la transformación hacia Irene, y en Irene misma. Hay un deseo insaciable de ser que no termina por identificarse. Ella es otro, casi en el gesto rimbaudeano de “Yo es otro”. Esa recuperación del cuerpo (im)posible se intenta en el gesto del maquillaje… como si se pudiese, pues el tono del cuento sugiere que, finalmente y a pesar de los esfuerzos, él no puede llegar a ser jamás de nuevo Irene. Y siendo una “nueva” Irene, dejará de ser la otra.

La melancolía y la frustración se presencian vívidamente en la limitante del propio cuerpo. Se observa al otro / la otra frente al espejo, intentando en vano rescatar la diferencia que podría llegar a permitir esa diferenciación hombre-mujer… hombre-Irene. El maquillaje no funciona como máscara sino como manera de identidad de género, ya no solo hacia lo femenino o “las mujeres”, sino hacia el mismo mundo trans, que tienen determinada forma de maquillaje, uno excesivo, que ahora capta la revista gringa.

El desborde amenaza la historia entera, a los personajes, a las subjetividades. Excesos es un título excelente para una narración fascinante en todo sentido. Exceso es el límite que se sobrepasa, pero también es aquello que sobra o los desechos. En este caso, el cuerpo que se excede y un exceso que amenaza la identidad de él hacia Irene. Wacquez nos muestra en este libro toda su agudeza literaria, construyendo un relatos que ingeniosamente tratan temas densos de manera sutil. Así, evidencia un previo método de escritura y de intención efectiva en el lector. La temática se disfraza, tratada con suavidad, la historia es perspicaz y el trasfondo, fuerte. La fama de Wacquez se hace insuficiente cuando sus obras y escritura son tan potentes.

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[1] Grupo de poetas que rompieron con el realismo en los años cincuenta.

*La foto de portada fue tomada por Luis Poirot e intervenida por Juan Carlos Villavicencio

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